En -OLIVIA Y EUGENIO-, madre e hijo enfrentan una situación extrema donde se cuestionan
valores que surgen en tiempo de crisis. La tragedia se acerca irremediablemente a Olivia,
que rememora su pasado haciendo un sincero ajuste de cuentas con su marido, madre,
amistades, médicos, y con todos aquellos que presumen de ser normales, como políticos,
profesionales y deportistas con éxito. Sobre ellos Olivia se plantea si son más normales que su
hijo Eugenio, un joven con síndrome de Down. Finalmente, ¿quién es normal en esta vida?
Al igual que Job Olivia también ajusta cuentas con Dios, quejándose de la cruel vejez que
se lleva poco a poco órganos vitales que le permitían vivir dignamente.
A pesar del latente suicidio, la obra quita hierro a la tragedia, es decir no la dramatiza
ni la melodramatiza con discursos sentimentaloides, Olivia ya pasó esa etapa. Ahora se
enfrenta a la mecánica de lo prosaico, lo ordinario. Esto sería análogo a un suicida que
duda de la resistencia de la soga y tiene problemas para hacer bien el nudo corredizo.
Ayuda a esta desdramatización la partid pación ingenua de Eugenio que sin querer abre
una alternativa a la enésima hora obligando a Olivia a pensar si no hay otra solución o
al menos postergarla. Al final, cuando todo está decidido y encaminado salta la sorpresa
para ella y lógicamente para el espectador.